El "conflicto" histórico palestino-israelí ha transcurrido por más de siete décadas, en donde el colonialismo, el despojo y las políticas de eliminación (limpieza étnica, apartheid y genocidio), conforman un entramado de violencia que ha cobrado miles de vidas civiles: tanto palestinas como judías. El historiador Rashid Khalidi argumenta que formarse una opinión sobre este conflicto partiendo de los hechos ocurridos el 7 de octubre sería sesgado, pues es imposible entender la escalada de violencia con una mirada cortoplacista. Para Khalidi la violencia es alimentada por la violencia misma que produce la ocupación colonial, por lo que cualquier esfuerzo que pretenda buscar la paz tendrá que iniciar por la liberación del pueblo palestino.
“Cuanto más duren el colonialismo y la opresión, más probable será que el estallido sea
violento y desesperado en muchísimos sentidos”. Ilan Pappe.
Aunado a lo anterior, es importante para nosotras seguir el consejo del historiador Ilan Pappe, quien recomienda tener suficiente espacio para dejar claros aspectos relevantes sobre este conflicto asimétrico y, de esta manera, evitar debates estériles. Según Pappe, el primer aspecto que es importante aclarar es la diferencia entre sionismo y antisemitismo, pues “Israel y sus partidarios han invertido mucho esfuerzo en equiparar el antisionismo con el antisemitismo para que, si alguna vez mencionas la palabra “sionismo”, estés pisando el peligroso terreno de ser considerado antisemita, y por lo tanto, seas silenciado”.
Para el historiador israelí el sionismo pertenece a la genealogía del racismo y no a la historia de los movimientos de liberación. Según la organización Jewish Voice for Peace, el antisemitismo son los actos de discriminación, violencia y deshumanización de las personas judías por el simple hecho de ser judías. Mientras tanto, el antisionismo es oponerse a la ideología política del sionismo que busca crear una nación-estado con derechos exclusivos para las personas judías, vulnerando la existencia del pueblo palestino. Para JVP el antisionismo demanda la liberación y la búsqueda de justicia para lxs palestinxs, es por esto que defienden su derecho a regresar a sus hogares y territorio.
Esto es importante de nombrar, porque ningún movimiento social que busque la liberación podrá sostenerse con la opresión de otros pueblos o personas. Oponerse al antisemitismo y al sionismo van de la mano desde una perspectiva que busca la liberación, el antirracismo y la no violencia.
Una vez hechas estas aclaraciones:
¿CÓMO SE RELACIONA EL GENOCIDIO CON EL HÁBITAT Y LA VIVIENDA?
La necesidad de tener un hogar y una vivienda son parte fundamental de la identidad cultural, el vínculo afectivo entre las personas y el territorio que habitan, la memoria colectiva, la autonomía y la seguridad ontológica. Pero, ¿qué es la seguridad ontológica? Según Madden y Marcuse es «el fundamento emocional que nos permite relajarnos en nuestro entorno y sentir que el lugar en el que vivimos es nuestro hogar. La seguridad ontológica es un estado subjetivo, pero depende de varias condiciones estructurales. Presupone un acceso estable al espacio habitacional, que debe estar bajo el control de la persona que reside en él».
Debido a la importancia multidimensional que tiene el sentimiento de “estar en un hogar” en la vida de las personas, la vivienda ha sido también un botín de guerra y territorio de conquista. Según el ICAHD (The Israel Comittee Against House Demolitions) durante la catástrofe palestina o “Nakba” el Estado de Israel demolió más de 52,000 hogares palestinos en 1948. Sin embargo, la destrucción de hogares no ha cesado: desde el año 1967, Israel ha demolido más de 55,000 viviendas en Cisjordania, Gaza y en Jerusalén Este. Y este número sigue en aumento.
La estrategia colonial de demoler viviendas y acabar con los hogares de las personas es
definida por Douglas Porteus y Sandra E. Smith como «Domicidio», el cual definen como: “la destrucción deliberada del hogar por acción humana en la búsqueda de objetivos específicos, lo que causa sufrimiento a las víctimas”. Lxs autores reconocen que el «Domicidio» puede considerarse menos grave que el genocidio y el ecocidio, sin embargo, estas violencias en muchas ocasiones van de la mano. Esto es precisamente lo que ocurre actualmente en Palestina con la destrucción de los árboles de olivo y la limpieza étnica que está realizando ahora mismo Israel.
El asentamiento colonial de Israel ha tenido múltiples estrategias para intentar romper el vínculo entre el pueblo palestino y su territorio. Según el historiador Jorge Ramos, una de ellas fue conformar en 1949 un comité para eliminar los topónimos árabes y renombrar el territorio en hebreo, buscando borrar la memoria territorial nativa y hebreizar el espacio. Otra estrategia es sustituir árboles locales e introducir otras especies como el pino y el eucalipto. Hoy en día Israel ha destruido más de un millón de olivos, lo cual pone en riesgo la soberanía alimentaria, la economía, la identidad cultural (danzas y celebraciones) y la organización comunitaria que se articula alrededor de la cosecha de este árbol.
Las estrategias nombradas anteriormente no son las únicas que han transformado el paisaje con la intención de borrar la identidad arraigada en el territorio. Amnistía Internacional ha reportado que bajo la “Ley de bienes ausentes” (1950) y la “Ley de Asuntos Legales y Administrativos” (1970), se han realizado miles de desalojos forzosos ilegales con el fin demoler las viviendas y construir nuevos asentamientos de colonos. Además, se les niega a las personas palestinas los permisos para construir nuevas casas, por lo que toda autoproducción de vivienda es considerada “ilegal”. Esto deriva en una crisis humanitaria que deja sin tierra y sin hogar al pueblo palestino. Según la UNRWA hay más de 5.9 millones de palestinxs que viven como refugiadxs en condiciones infrahumanas.
Para la poeta y feminista negra bell hooks, negar el acceso a una vivienda adecuada ha sido una estrategia que ha empleado históricamente el supremacismo blanco para subyugar a las personas racializadas, creando políticas públicas que impiden a las personas negras, indígenas o nativas, la posibilidad de acceder a una vivienda. Esto se debe a que la casa es un espacio para resistir la deshumanización, fortalecer el autoestima, sanar las heridas del racismo, reafirmar la existencia como sujetos y recuperar la dignidad negada en el espacio público. Por lo tanto, para bell hooks el hogar es un espacio de resistencia que permite la creación de un entramado comunitario y la formación política para la lucha antirracista.
Actualmente la ONU calcula que desde octubre el Estado de Israel ha destruido mas de
98,000 hogares y otros espacios como hospitales, escuelas y bibliotecas. La destrucción de hogares con fines de ocupación colonial tiene consecuencias graves en la vida de las
personas: la pérdida de un espacio para la memoria territorial, la ausencia de seguridad ontológica y el deterioro de algunas conexiones con las raíces culturales e identidad, así como la pérdida de la libertad de habitar y de un espacio para articular la resistencia. Es por esto que las llaves de las viviendas que alguna vez habitaron las familias palestinas hoy son símbolo de lucha, memoria y resistencia, así como la esperanza de algún día volver a su territorio como establece la resolución 3236 de la ONU (1974).
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